Etiquetas
2013, 2014, borrón y cuenta nueva, deluxe, el mejor momento, propósitos, reconstrucción
El Futuro es una escalera negra que se camufla con las paredes, lo que hace aún más complicado adivinar su silueta. Irónicamente, siempre a mi espalda para que no estorbe el deseo de contemplar la (maravillosa?) vista que es el Presente.
Volvemos al 31 de diciembre. Hace justo un año dije que no era chica de costumbres ni de listas, pero que no me importaría seguir esta absurda tradición. Parece que mi fuerza de voluntad se ausenta sólo para algunas cosas importantes.
Tránsito, trámite. Ésa es la mejor manera de definir al 2013 que termina en unas horas. Si Cambio fue la palabra de 2012, este periodo que llega a su fin es el año que se puede obviar, el hijo mediano, el tiempo que está entre cosas más interesantes. Momentos que han pasado sin pena ni gloria.
Lógicamente, 8760 horas dan para mucho. Y se puede resumir 2013 como un año que recordaré por el supuesto fin de una etapa (la de estudiante) y por el inicio de lo que deberá ser el resto de mi vida… puesto de esa manera, no queda tan horrible. No hay que ser tan derrotistas.
Los últimos doce meses han tenido un punto de inflexión claro: la llegada del verano. Dos etapas bien definidas en el mismo periodo de tiempo. Una especie de reflejo de mi propia polaridad y contradicciones.
Ha sido tiempo para el recogimiento, el estudio, la reflexión, la pereza, la campiña inglesa y horas interminables en la biblioteca. Mucho tiempo para pasear. Momentos de crisis vitales y profesionales, de intentar descifrar de que va esto de la vida. Inviernos más hostiles de lo que me esperaba. De lágrimas, de salir a correr a cero grados, de no entender que pueda haber sólo 4 horas de luz al día.
Última etapa del año de ruptura con las comodidades de la vida, de desechar redes de seguridad, de convertirme en una torre de defensa solitaria. De aprender a apreciar en todo su esplendor mis coherencias y contradicciones.
Noches de locura y desenfreno. Momentos para pasarlo demasiado bien y días para pasarlo algo mal. Conseguí espantar definitamente los fantasmas del pasado. Empiezo a entender que a veces despacio es mejor, hubo quien me recordó que sigue habiendo noches y personas inesperadas. De gente que se confirmó como prescindible, de personas que ganaron posiciones poco a poco, de personas que cada vez ocupan un lugar más inmenso en mi interior (a pesar del tiempo y la distancia; a pesar de vernos todos los días).
Pocas cosas se han cumplido de la lista de propósitos del año anterior. De las que sí salieron, han salido muy bien: 5 ciudades inglesas, Polonia, Arenal Sound (+Road Trip), Madrid, y siempre Gran Canaria. Nueva mudanza de por medio. Ser parte al fin de la ciudad que siempre sentí mía. Muchas maletas, trenes y aeropuertos. Esta vez, para bien.
Cómo decía al principio, momento de tránsito, de trámite. De adentrarme en un cruce de caminos y empezar a estudiar las posibilidades. Ahora es tiempo de asentarme en un lugar sabiendo que puede ser para siempre (o para nunca). 2014 será el año sin calendarios, de no pensar en planes específicos. Sin lista de propósitos.
Este año que empieza será el de decidir (por fin) que hacer con mi vida, que para eso es la mía.
Feliz año nuevo.